"En mi corazón vive una niña que siempre que tiene la sensación de que el mundo no funciona, se esconde en su rincón. En el rincón hay canciones que esperan a que ella las cante, acertijos que esperan a que ella los resuelva, recuerdos que esperan a que ella los evoque, sueños que, como la hojarasca, tiene que amontonar e ir examinando... Allí respira tranquila y camina despacio. El silencio entre notas da forma a la música, un silencio que transmite el mensaje de que existe un mundo nuevo y hermoso."Jimmy Liao
Muchas personas luchamos inútilmente contra el tiempo por contener sentimientos, memorias y vivencias de antaño. ¿Para qué dejarlos fluir? –si los dejo ir, tal vez se vayan, no regresen y los olvide-. Y hablo de este tema porque me volví experta.
Conocí (y hablo de conocer musicalmente) hace poco más de dos años al grupo Beirut. Tomé su canción Elephant Gun como estandarte… “let the seasons begin” cantaba. Fui adquiriendo un gusto especial por su música, los grandes acordes de sus instrumentos de viento me relajaban. Y disfruté de Gulag Orkestar, de The Flying Club Cup, March of the Zapotec… y llegó él.
Coincidió ser una tarde complicada el día en que vi anunciado The Rip Tide, su nuevo álbum. Apliqué el “download” y lo guardé en mi soundtrack de la vida –mejor conocido como mi ipod morado- Ese día no sabía lo que me esperaba. Caminaba con la mirada perdida pero con paso firme sobre Reforma, era una tarde nublada, vería a MK en el hostal Catedral. Confieso que fue la caminata más larga y más pesada de mi vida. Triste porque se iría de la ciudad y con el miedo a ese sentimiento de pérdida me hice acompañar por Beirut tratando de encontrar en ella un pequeño refugio mental al cocktail de sentimientos que como arritmia estremecían cada segundo mi corazón.
Fue ahí, cuando Beirut cobró un nuevo significado.
La banda encabezada por Zachary Francis se presentó en México la semana pasada. Deseaba tanto verlos. El momento llegó y aún sintiéndome tan mal de la garganta emprendí el viaje. Llegué al lugar sintiéndome un tanto mareada y al momento de entrar e incorporarme con el grupo de gente que también iba a disfrutar del espectáculo, no podía respirar, las emociones estaban a punto de brotar, estaban a flor de piel y Michael estaba ahí, también...
Logré escuchar dos canciones de pie, cerca del escenario. Elephant Gun y me retiré. No pude más, tantas emociones contenidas durante tanto tiempo estaban gritando por salir. Triste, me senté en un rincón, en el rincón más frío y más obscuro del lugar. A mi alrededor unas 4 personas observaban al grupo con una mirada perdida, igual a la mía.
Absorta en recuerdos: “I like you because you are just here with me at the beach” “nothing is going to ruin us the night” “I still can feel the shape of your hand in my hand” “It was hard to sleep, wake up and leave Playa without you” “I was crying because I miss you so damn much”, entre memorias de mezcales y besos me fui adentrando.
Bajé al mismísimo infierno en el que he vivido por 3 meses desde que Michael se fue, arreglé un par de cosas, lo extrañé, lloré y me conecté con la parte más oscura de mi ser, traté de asesinar todos los recuerdos posibles para después darme cuenta que sería imposible forzar algo que tiene que ser natural. Beirut tiene eso, no importa que tan bien tengas guardada esa caja ni cuantos candados le hayas puesto. Sus acordes la impregnan y la abren de una manera muy sutil.
No puedo decir que salí con otra visión del mundo, ni que reencontré mi centro. Al contrario, fue tan solo una explosión de sentimientos que parece que desde ese día solo han causado un verdadero efecto dominó. Pero no podía vivir escondida, ni guardando tanto resentimiento, a pesar de que hoy seamos tan solo un vago y lejano recuerdo de aquella Sunday Smile.
Por si quieren saber de que les hablo.
The Rip Tide by Beirut.
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