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Sunday, May 2, 2010

Sueños lucidos.

I
No había duda, la llamada era para mí.

"Ya estoy en la puerta" me dijo Arturo mientras yo caminaba hacia la ventana. "En un momento bajo" respondí.

Abrí la puerta y un hombre salía de un Audi plata me dirigí a él con una sonrisa, "¿Le puedes avisar a Mauricio que vengo a entregarle su carro? soy XXXXX XXXXXX". En cuestión de segundos otro hombre me abordó por la izquierda:

-"¿Rebeca?"

Después de un efímero saludo me dio algunos papeles y se retiró. Mi mirada volvió al primer hombre para preguntarle de nuevo su nombre. Jorge Romero. Por un segundo perdí mis fuerzas conservé mi sonrisa y subí inmediatamente a avisarle a Mauricio la llegada de su auto.

La tarde transcurrió normalmente, sin embargo al llegar la noche el nombre de ese hombre se encajó como una aguja en mi cerebro produciendo vibraciones sensoriales que van más allá de cualquier capacidad de bloqueo.

II
Toqué la puerta de una habitación de lo que parecía ser Real de 14, mis padres estaban dentro. Caminé algunos metros hacia la cama y quisé tomar aquél libro de Cortázar que atesoro tanto "Modelo para armar". Mi padre me lo impidió. "Alguién se suicidó" me dijo. Mi mirada se volvió al libro que justo a la mitad tenía una especie de separador grueso. Las páginas dejaron de ser blancas y lentamente tomaban el color rojo carmín que la sangre aún caliente dejaba a su paso.

No quisé abrir el libro ni preguntar quién había sido el protagonista de tal historia, subitamente y sin tener ninguna relación con tal acontecimiento recordé que una noche antes me reuní con un hombre muy agradable, un reconocido artísta británico, me aprece, con quién el tiempo parecía detenerse.

Abruptamente mi madre me regreso a mi irrealidad al rosar mi rodilla desnuda con la cabeza cercenada del suicida, pude percatarme de que su cara estaba hinchada y era imposible reconocer sus facciones no pude contener más mi asco y salí corriendo a refugiarme en una gran construcción antigua y obscura que funcionaba como estacionamiento. En ese momento mi sueño se tornó lúcido.

III
A la mañana siguiente recordé el sueño perfectamente.

Aún me daba asco aquel roce que mi madre con aquella cabeza inerte. Me levanté de la cama y comencé mi arreglo personal normalmente, sin embargo, al meterme a bañar tallé con fuerza mi rodilla como si hubiese quedado impregnada en ella la muerte misma.

No, no era un artísta británico, era Jorge Romero un antiguo novio que se suicidó un 5 de abril de 2003 y quien como muchas otras veces viene a mis sueños de vez en vez con diferentes máscaras para despistar.

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