Después de dos semanas de arduo trabajo, realicé este pequeño avance de mi autobiografía. Espero que lo disfruten como la disfrutaron hoy mi maestra y mis compañeros en el PEC.
El 4 de julio de 1054, árabes, chinos, japoneses y algunos aborígenes americanos dejaron registros de la aparición de una supernova tan brillante que pudo verse durante 22 meses las 24 horas del día. Se dice que los restos formaron la nebulosa del cangrejo.
928 años después una detonación de energía similar originó mi nacimiento. Nací un 4 de julio de 1982 bajo el signo de cáncer en la ciudad de México, entre el revuelo nacional de las elecciones federales.
Viví mis tres primeros años en el centro de la ciudad. Vagos recuerdos de ese periodo invaden mi mente y muchos de ellos se encuentran bastante distorsionados por mi subconsciente.
El primer gran recuerdo que poseo es el de una pequeña bolsa de mercado con la medida perfecta para una niña de dos años. Mi abuela paterna cuenta que todos los martes me llevaba al “tianguis” en donde los vendedores al verme acompañada de mi bolsa me regalaban un poco de verdura; jitomates, papa, chícharos, lechugas y hasta un pequeño pedazo de chicharrón iban llenándola poco a poco. Según palabras de la abuela una vez realizada la compra de la semana me “chispaba” de su mano, y me hincaba frente a una imagen de la Virgen María, después esta especie de rito podíamos continuar nuestro camino hacia La Macarena, edificio en el que pasé la mayor parte del tiempo.
Sospecho que el haber nacido un 4 de julio día de la conmemoración de la independencia de Estados Unidos me hizo ser un tanto rebelde desde el inicio. Dormía en el día y jugaba de noche. Desde el año y medio mis padres se esforzaban por hacerme dormir y una vez que me dejaban acomodada y arropada en mi cuna me escabullía entre los barrotes de latón para jugar toda la noche como una especie de manifestación en contra del sistema. Siempre fui una niña curiosa, me gustaba tocar, saborear, oler, y si encontraba algo que me llamara la atención, como por ejemplo un pequeño bote de ungüento balsámico lo abría y sin más me lo untaba en la cara, en la boca y peor aún en los ojos, por lo que todo el mundo se ponía a temblar siempre que yo tomaba algún objeto para investigarlo, cosa que no entendía porque yo solo estaba experimentando.
Cuando la abuela no podía cuidarme me quedaba en el departamento de mis tíos quienes vivían a tan solo un piso de diferencia. Una de esas tardes recuerdo muy bien que la tía Lilia me vio columpiándome en la escuadra que formaban los brazos de los sillones de su sala, como buena tía me advirtió del peligro de caerme, sin embargo, yo como buena niña necia y confiada en la perfección de mis movimientos seguí haciéndolo. Un minuto después, caí al suelo mordiéndome la lengua. Con la boca ensangrentada y sin saber qué pasaba me levanté y busqué a la tía. Ya en el hospital el doctor dijo que la mitad de mi lengua se encontraba sujeta de tan solo una orilla. No pudieron coserla y esperamos unos meses a que se regenerara ella misma; qué vueltas da el destino, si la hubiera perdido no podría dedicarme a hacer lo que hago ahora.
El último recuerdo que tengo de mi vida en el corazón de la ciudad me parece que es el más traumático de todos y el más distorsionado, ni siquiera recuerdo la llegada de mi hermano quien nació una semana antes de aquel terremoto que marcó nuestras vidas. En mi mente existe la imagen de mi padre levantándome y apartándome de la ventana y mi madre paralizada viendo caer un edificio, tiempo después supe que en ese edificio murieron miles de costureras atrapadas entre los escombros.
Mi tío Alejandro, hermano de mi madre quién vivía al poniente de la ciudad entró a nuestro departamento rescatándonos en un trascabo, un momento esto está un tanto distorsionado, supongo que mi mente se encontraba aturdida con todo el movimiento que se veía en los alrededores. Es verdad que él fue por mí, sin embargo entró a pie y no en un trascabo ya que prácticamente nos encontrábamos en la zona de desastre. Así, mientras mis padres se quedaron en busca de nuestros familiares, él me llevó a casa de mis abuelos maternos, en donde comenzó otra etapa de mi vida.
A petición del público en general... CONTINUARÁ...